UNA HISTORIA MEDIEVAL. PALABRAS Y ESPADAS.
El forajido contaba
las monedas del motín, fascinado ante el tintineo de las monedas que iban
cayendo de una a una en la bolsa. De repente el sonido dejo de escucharse tras
el silbido del viento que se apodero del lago. Instintivamente se paró y se dio
vuelta. Gam el guerrero estaba a escasos metros murmurando un conjuro.
Fue lo último que recordó,
lo siguiente fue encontrarse sin saber lo que hacía parado a la orilla del lago,
intentando recordar, y sin bolsa.
Tan fácil era
sentirse atraído ante su voz. Encontrarte danzando ante una letra con su melodía.
Difícil resistir un hechicero del guerrero Gam. Imposible no caer bajo su
embrujo. Una suave brisa de primavera que te envolvía, una fuerte ráfaga de
viento que te sacaba del ensimismamiento.
Llevaba el poder del
encanto en cada encantamiento. A veces podía ser el deseo, otras la pura
verdad, ilusiones y fantasías, canciones y poesía, razones y melodía.
El forajido comenzó a
recordar, se resistía, puso su mano sobre el pomo de su espada.
Gam debió poner más énfasis
sobra las palabras, no quería usar su espada.
Una brizna de este a
oeste que te arremolinaba, para dejarte atontado y sin saber qué había
sucedido, entumecido, intentando recobrar los sentidos, y al mirar a los lados,
eso que no sabías bien que era ya se había ido.
El forajido podría contar
encantado que había sido encantado por el guerrero Gam.
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