UNA HISTORIA MEDIEVAL. PALABRAS Y ESPADAS.
-El viento me ha
acompañado por los caminos, y de tanto ir junto a él, mi cara al viento, dejando
que jugase con mi pelo ensortijado, he aprendido su naturaleza.
Y de tanto estar con él,
me he convertido en viento. Ir y venir de aquí para allá, de este a oeste, por
los cien puertos y los siete mares, por ciudades y bulevares, bosques inhóspitos,
y los más redonditos confines del mundo. He sido un suave susurro encantador y
un ulular en una fuerte ráfaga cegadora. Y así, y ante todo, nunca he dejado de
ser viento.
Cómo pululan por ahí los
cuentos.
No puedo detenerme,
debo seguir mi camino, estar en movimiento, seguir soplando, revolotear junto a
las aves, arremolinar las hojas. Volver a los lugares donde he sido remolino, rápido
como un silbido de invierno colarme por las ventanas, y en un sigiloso silencio
de verano despertar cada mañana- así dijo el guerrero Gam. Tute el cuentista se
quedó admirado de las habilidades narrativas del guerrero, y el hechicero Mut
complacido del manejo en las artes de la palabra de su aprendiz. Así y todo y
frente al espectáculo que le ofrecía su escasa y selecta concurrencia frente a
la fogata, Gam el guerrero siguió su relato, impasible.
-Los que son avezados
en hechicería, los niños que todo sienten y nada piensan y los ancianos más
experimentados, y por último los animales saben que cuando el viento se vuelve
enrarecido, sopla una suave brisa amigable, o se produce una ráfaga repentina, seguramente
se está acercando por algún lado, como una carta de presentación, el guerrero
Gam.
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