Las condiciones de las personas son vastas como ciudades existen. Se puede llegar a afirmar que las ciudades se parecen a sus habitantes.
Existen las ciudades colosales, magnánimas, abigarradas de culturas y costumbres como Nueva York o Buenos Aires. Allí las personas deben adoptar costumbres que se adapten a un sinfín de necedades. Tienen que tratar con un ilimitado número de personas y situaciones, se podría decir que sus temperamentos son regulables para cada situación, son versátiles. Estas ciudades y su bombardeo de información hacen que los habitantes tengan ideas y acciones mutables y contradictorias, cambiando de parecer a cada noticia o a cada persona que se cruzan. En una esquina tenemos que hacer un esfuerzo para comunicarnos con un chino que nos transporta al Pekín y nos quiere vender su gatito llamador de la fortuna. Y en la otra debemos estar atentos a los vaivenes de la bolsa.
Hay ciudades, y personas, enigmáticas como Venecia. Allí las personas viven en un carnaval perpetuo, Aparentando o representando un papel, mostrándonos sus mil caras y si te fijas bien no es más que una mascara bajo su fétido semblante.
Hay ya no ciudades sino pueblo, personas comunes, que lejos del cambio continuo de personalidades y situaciones al que te sumergen las grandes ciudades, viven una vida tranquila y sencilla, Con sus pensamientos claros e internos, íntimos; transparentes, ajenos al pulular de pensamientos encontrados.
Hay mini ciudades pueblos tipo Disneyland, donde todo es una fiesta ajeno al resto del mundo.
Y por ultimo están los pueblos olvidados, las personas olvidadas, aquellas a las que se quiere desterrar y borrar de la existencia, desplazados de la civilización. Civilización que para mantenerse en pie tiene que hacer uso de ellos hasta exprimirlos y aniquilarlos, para que la falsa integridad de los civilizados no se vea amenazada.
Hasta la próxima entrega,
Gasty.
Las ciudades Humanas
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