Ella es la noche, yo el día. Ella arte, yo artificio. Yo
realidad, ella fantasía. Yo el bullicio de la ciudad, el caos, la rutina, el
todo es ahora, los horarios, ella la suave brisa de las praderas y el susurro
de los vientos, el siempre.
Sofia es como si no acabara de nacer, y llevara el saber de
todos los tiempos, como si hubiese vivido mil años, un saber natural,
intuitivo, visceral. Yo solía ser como Sofia, en esencia lo soy, pero he sido
viciado por esta ciudad, con su viento enrarecido.
-¿Y cómo van tus novelas?- quiso saber Emme.
-Muy bien, ahora estoy con dos: Los caminos hacia la fantasía
y Retener un mes más a la primavera, ya te contaré de ellas. Acá tenes algo que
escribí:
¨Llevate un reloj para que me recuerdes en el país de la
fantasía, y cuando vuelvas tráeme un dragón a la realidad. Me recodarás a cada segundo,
a cada tic tac del reloj, debes llevar un objeto de la realidad a la fantasía,
para no olvidarte de dónde vienes y de dónde eres, para que la fantasía no te
atrape. Llevar algo de la realidad a la fantasía para recordarlo a cada
momento, y volver con algo de la fantasía a la realidad, para revertirla.
Tener un anclaje. Si hay un lugar hay caminos. La fantasía es
maravillosa, pero un exceso de fantasía podría matarte. Tienes que tener las
puertas bien resguardadas por las cuales entrar y salir. Para entrar al país de
la fantasía hay que dejar una puerta abierta por donde se pueda volver Todo
tiene sus reglas, hasta los mundos imaginarios¨.
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